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viernes, 2 de noviembre de 2007

Scottish Whisky Cream

Siempre me pregunto como escribir bien las frases en inglés porque he sido más o menos autodidacta. Recuerdo que en el colegio discutía con mi amiga María Elena la mejor manera de estudiar; ella aprendía todo de memoria. Yo detestaba eso, porque el inglés es un poco como las matemáticas y un poco como la poesía. Yo me acostumbré a que se puede hablar hermoso de las cosas hermosas en todos los idiomas, pero que es más hermoso sentirlas que decirlas. Aunque hace tiempo que alguien no me dice cosas bonitas, bonitas de verdad.

Mis dolores femeninos me han tenido malgenio y no tenía esas 'drogas' como dice la Nata (ácido mefenámico) que ayuda a soportar la inflamación del útero. No me imagino aún como debe doler parir una guagua. Y menos si toda una caja de esas pastillas (muy baratas, sobre todo si se piden por el nombre genérico) servirán de algo. Aunque es posible que no me imagine porque debe ser tanto el amor que se supera la molestia.

No encontraba nada con que aturdirme, así es que me bebí un vaso chico de una crema de whisky llamada 'Heather Cream' y en quince minutos hizo efecto. Curioso nombre, como esa película donde sale Winona Ryder y se llama 'Heathers'. Como si fuera un licor hecho para esas chicas. Pero lo único relevante es que ayudó a sentir menos el dolor.

Anoche pensaba en lo solitaria que soy. Me siento invadida en mi proxémica y cuando estoy con otras personas es lo opuesto: me siento invasora. Me sucede mucho lo último, recientemente, en especial cuando paso tiempo con Nata, con Vlad, con Tam y Rod, con quien sea. Estoy pero pienso en que no debiera ser así, que debiera irme y no sé a dónde. Me ocurre también en mi propia familia. De pronto, en las horas de comidas no comprendo lo que hablan, me pregunto por qué usan tales o cuáles palabras, por qué las cosas están dónde no las dejé, por qué ni me respetan mientras no estoy, por qué no me piden mis cosas, por qué me sacan mis libros que no estoy leyendo y no me los devuelven, por qué no me saludan con cariño cuando voy a verlos y tampoco se despiden los lunes en la mañana cuando me dejan durmiendo, por qué son tan cortantes cuando los llamo por cualquier cosa sólo para escucharlos y por qué sólo hablan de ustedes cuando yo también quiero que me escuchen, por qué me dicen que soy ridícula porque no me gustan las cosas que a ustedes y por qué me dicen que no vaya cuando me quejo de alguna cosa. Si no tengo dónde ir. No tengo. Y creo que tampoco me iría si tuviera.

En esta casa donde vivo durante la semana la cosa es similar, pero diferente a la vez. Creen que no confío en ellos, que les temo pero también me retan. Y quieren saber todo lo que hago. Me juzgan moralmente y también me ven como poca cosa. Yo tampoco he pretendido ser más de lo que soy, quizás menos.

Quizás deba beber toda la botella de la crema de whisky esa a ver si se me pasan mi dolor de espalda recurrente. Y quizás sirva también para otras cosas. De veras que necesito inventar algo para desesperezarme y hacer algo. Hacer algo urgentemente.

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